La flora intestinal es un ecosistema relacionado
con nuestra salud digestiva e inmunitaria, por eso siempre hago tanto hincapié
en su cuidado.
La función
principal de los microorganismos residentes consiste en mantener el intestino
en condiciones fisiológicas normales; pero también se encargan de realizar toda una serie de actividades
enzimáticas y metabólicas; como por ejemplo, de metabolizar restos de glúcidos,
lípidos y prótidos que no han sido
absorbidos y que les sirven de alimento. También depende de la calidad de
nuestra flora el desdoblamiento de ácidos biliares y el colesterol, lo que es
útil para mantener la hipercolesterolemia
a raya.
Las bacterias
intestinales son capaces de producir cantidades significativas de vitaminas del
grupo B y de vitamina K, imprescindible para la coagulación sanguínea, también
destruyen productos tóxicos ingeridos con la alimentación.
La mucosa del
intestino incluye todas las especies de células inmunocompetentes, con una gran
proporción de linfocitos (B y T). También es notoria la presencia de
inmunoglobulinas (IgA), que tienen varias funciones defensivas: inhibir la
adherencia de las bacterias a la pared intestinal, neutralizar los virus y
excluir los antígenos. Esta flora tapiza las paredes del colon, formando una
barrera donde no podrá alojarse ninguna bacteria patógena (salmonela, por
ejemplo). La flora bacteriana estimula la inmunidad en el tubo digestivo.
Cuando
nacemos, lo hacemos virgen en cuanto a bacterias se refiere. Pero ya en las
horas que siguen al nacimiento ciertos microbios comienzan a multiplicarse y a
colonizar el tubo digestivo; éstos provienen del medio ambiente, de la madre o
de otras personas próximas y se componen esencialmente de bífido bacterias. Muy
pronto la alimentación del recién nacido actúa a su vez sobre el anidamiento de
estos microorganismos. La flora intestinal del lactante se forma en función de
numerosos factores, como por ejemplo el tipo de alimentación; los bebés
alimentados con leche materna tienen una flora distinta a los que toman
biberón; los de pecho tienen más bacterias bífidas.
Se sabe que
nuestra salud intestinal está estrechamente relacionada con una buena salud
mental. Hay casi cien millones de neuronas en nuestro intestino.
Uno de los mayores
enemigos de nuestra flora intestinal es la toma de antibióticos sin una
necesidad real, es decir, sin que haya infección…. los antibióticos no
previenen de nada absolutamente y no son necesarios en gripes o en otitis
víricas..... Además los antibióticos pueden deprimir la inmunidad. Tras su toma
es fácil, a menudo, volver a coger una infección, suele ocurrir en las
cistitis. Después de tomar antibióticos debemos tomar probióticos durante un
tiempo. No debemos abusar del
ibuprofeno, sobre todo con los niños, hoy día
por cualquier motivo (dentición, niño un pelín penoso o décimas de
fiebre) solemos dar ibuprofeno infantil, esto sólo camufla la enfermedad y
acidifica el intestino, a sí mismo carga el hígado innecesariamente.
No debemos
comer grasas saturadas, azúcares blancos, excitantes, y sí aumentar la toma de
alimentos fermentados, alimentos integrales, crudos, y sobre todo beber mucha
agua.
El equilibrio
de la flora está en constante cambio, y puede alterarse por diferentes causas:
1.
Estrés
2.
Cambios en los hábitos de alimentación.
3.
Intervenciones quirúrgicas.
4.
Uso de antibióticos y fármacos que se
recomiendan para la depresión, corticoides, medicamentos antiácidos,
quimioterapia....
5.
Enfermedades inflamatorias del intestino,
infecciones víricas, déficit inmunitario congénito o adquirido.
Las mejores
marcas de probióticos son NUTERGIA (Ergyphillus plus), HEALTH AID (Inmuprobio).
Para regular
el tránsito intestinal los mejores suplementos son: Fibrasan (CFN), semillas de
lino ecológicas.
Espero que os
haya gustado este artículo y tengáis más clara la importancia de cuidar nuestro
intestino.
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